Serie ZENCILLEZ, Lección 41/100
Recuerdo haber leído en el libro Mecánica sin Talachas que, el primer ser humano, segundos antes de convertirse en eso, tenía la necesidad de perseguir sin éxito un conejo que habría de servirle como alimento. Ante la dificultad que generaba la cacería del conejo, más veloz y hábil, ese primer humano tuvo una especie de accidente neuronal que le permitió lanzar una piedra para doblegar al esquivo animal. Usó de esa manera, por primera vez, las herramientas.
Lejos de considerar si el relato anterior es cierto o no, lo interesante es que, desde el hombre primitivo hasta la fecha, cada pensamiento, cada idea, cada acción se ha plasmado -en la mayoría de los casos- en avances significativos que se ponen al servicio de la humanidad: ese es el deber ser del arte, de la ciencia y de la tecnología.
El ser humano construye sobre lo construído, aprende, desaprende y vuelve a aprender sobre lo aprendido, crea, diseña, sueña y construye... Nuestra generación ha sido testiga de cómo la ciencia ficción se hace realidad ante nuestros ojos: el primer celular, por ejemplo, era la evolución del teléfono fijo. Hoy es también la evolución del beeper, del despertador, del reloj, de la libreta de apuntes, de la cámara fotográfica, de la cámara de videos, de los álbumes y de un millón o más de otras cosas.
La grandeza incomprendida de la humanidad está en la fuerza de poner el conocimiento y la creatividad al servicio de la humanidad. Ese es nuestro grandioso género humano. Quizás jamás en la vida hemos hecho un acto de gratitud por el simple hecho de pertenecer a él, por ser parte de una misma y gran familia, a la que deberíamos considerar como tal para la comprensión y compasión de nuestros semejantes. Si no lo hemos hecho, hagámoslo:
¡Gracias, gracias, gracias por pertenecer al género humano! Porque en la humanidad siempre, a pesar de cualquier cosa, habrá esperanza.
UN EJEMPLO DE CONSTRUIR SOBRE LO CONSTRUIDO
Commenti