Imagen de Pete Linforth en Pixabay
Cuando una persona se siente ofendida
Cuando una persona se siente ofendida, tiene detrás suyo una percepción, la mayor parte de las veces, de ser inferior y hasta despreciable o en el caso diametralmente opuesto, de creerse superior e intocable. Estos conflictos de inferioridad o de superioridad, generan en las personas un comportamiento de intolerancia donde el rol de víctima termina apareciendo en el individuo como una marca que, por cierto, resulta bastante común en nuestra cotidianeidad.
Si la vida termina por ser una simple interpretación de la realidad que comienza con el pensamiento, bastaría cambiarlo de negativo a positivo, de inferioridad o superioridad a igualdad, cambiando la victimización por la compasión, entendiendo que el conflicto no está en mí, sino en el otro que ofende, para cambiar de actitud y evitar el sentirse ofendido que, a la postre lo único que genera es un sufrimiento que afecta la salud física, mental y emocional.
Pensar en negativo produce sentimientos y comportamientos negativos que alteran la salud, mientras que, lo contrario, pensar en positivo produce sentimientos y comportamientos positivos que mejoran la salud desde la paz interior.
Cuando un grupo se siente ofendido
“El universo son vibraciones. Vosotros vibráis y atraéis a vuestras vidas aquellas gentes que vibran como vosotros”. (Emilio Duró)
Las emociones son como un virus: contagiosas. Una persona que se siente ofendida, puede llegar a contagiar un grupo entero y este, sentirse víctima de ataques que, en la mayor parte de las ocasiones, terminan por ser exagerados en su interpretación o imaginarios. Es interesante el tema porque también puede ocurrir lo contrario: que una persona de pensamiento positivo termine contagiando el grupo, con su optimismo y esperanza. Por eso, es bien importante el elegir el contexto en el cual nos desenvolvemos. La sabiduría popular, la de nuestras abuelas, rezaba: “Dime con quien andas y te diré quién eres”. Por eso, las pandillas son de pandilleros, los clubes de millonarios son de gente financieramente exitosa, los intelectuales de gente estudiosa y así sucesivamente: se convierten en círculos de retroalimentación constante… Y si acaso, un contexto cualquiera, termina viéndole problemas a las soluciones, pensando que todo es malo, que son agredidos, que la intención de “los de arriba” es el malestar de “los de abajo” o cosas parecidas, el pensamiento negativo cabalgará de manera peligrosa hasta convertirse en una adicción difícil de abandonar.
¿La solución?
El remedio a esta enfermedad es el Pensamiento Positivo, una rama reciente de la Psicología, emparentada con el humanismo y el Mindfulness, donde pensar en positivo, como ya se dijo, genera sentimientos y comportamientos positivos; donde el pasado, desde el presente, se mira con perdón y gratitud, mientras el futuro se visualiza con optimismo y esperanza: estas, sin profundizar, son las bases del florecimiento humano, de la verdadera prevención y promoción de la salud emocional, del bienestar, de la felicidad, de la razón de ser y de la consecución de un modo de ser que transforma vidas y encuentra los caminos del para qué.
Álvaro Posse
Psicólogo, educador y bloguero colombiano
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